Después de hacer todo
lo que está a nuestro alcance, especialmente cuando un familiar atraviesa
problemas de salud o cuando se necesita una bendición y buenos augurios, mi
madre nos llama a orar. Es su ritual para mantenernos unidos y fortalecidos a
través de la palabra hablada. La forma es la misma desde que era un niño. Nos
juntamos en torno a ella y, en silencio, juntamos las manos, bajamos la cabeza
y cerramos los ojos esperando escuchar su voz, esa voz que sale del corazón, de
las entrañas. Ella comienza saludando y pidiendo permiso a los mayores,
Illimani Achachila, Illampu Achachila, pachamamita, Cristo Padre Dios. Poco a
poco sus palabras se mojan, al igual que sus ojos. No recuerdo una oración de
mi madre sin lágrimas, tal vez por eso tiene un toque sagrado. De mayor a
menor, enuncia los nombres de cada uno de sus hijos e hijas con la misma
intensidad. Dales salud, papito, trabajo, amor y sabiduría. Ella habla, pide,
agradece y así nos enseña a ir un poquito más allá de la razón diurna.
Hoy es el cumpleaños de doña Hilda Mayta Mamani, mi madre. En la distancia, se extraña más a quienes uno ama. ¡Larga vida para nuestras mamitas!