El
indianismo como ideología política de liberación de la opresión de las
sociedades victimas del colonialismo, exige a sus prosélitos, un cambio en el
modo de comprender la realidad social. Insta a que la historia (entendida como
el pasado que evidencia y explica rasgos del presente) patrocinada desde las
instituciones del Estado, sea duramente cuestionada y reemplazada, ya que es a
partir de ella que los aparatos de poder junto a sus castas, han legitimado y
legitiman su dominación colonial en este territorio andino. De ahí que el pilar
fundamental para ser indianista es el asumir una conciencia histórica, puesto que
no se comprende la condición del indio sin recurrir al pasado. Se acude a la
historia (no oficial) para entender la invasión colonial y argumentar el porqué
del rebate sin tregua entre indios y blancos.
Es
en el pasado pre colonial donde se encuentra las fuentes de inspiración del modelo
económico, político y social de las demandas indianistas. En la quinta parte de
su libro, El Indio y la Revolución,
Guillermo Carnero Hoke argumentaba la conciencia histórica diciendo que “los
que no saben de dónde vienen históricamente, jamás sabrán a donde van
históricamente”[1],
para este autor, el indio que quiera liberarse de las “desgracias” que le
aquejan desde la llegada de los españoles, debe empezar por “saber cómo fue el
Tawantinsuyo, sus obras, sus tradiciones, su organización y su gobierno
comunitario”[2].
Por otro lado, Fausto Reinaga en la Tesis
India, recomendaba a la juventud que “debe con su conciencia abierta
asomarse, aproximarse a su pasado materno, donde está y donde descubrirá su
propia y cósmica personalidad”[3]. Ayar Quispe, en la misma
dirección, decía que “es preciso por una necesidad histórica profunda volver la
mirada anhelante al pasado maravilloso, pues de ella brotará la gran luz de
liberación para nosotros los indios”[4].
De
modo que es a partir de la historia que el indianismo realiza su análisis de la
realidad social y a la vez su proyección como ideología de liberación de los
pueblos oprimidos. Sin embargo, ese modo de mirar el pasado maravilloso pre
colonial y su quiebre funesto a raíz de la invasión europea, no ha traído en
sus resultados, un cambio concreto en la vivencia de los indianistas, y peor
aún, en los pueblos oprimidos por el sistema colonial. El sentimentalismo con
que el indianista ha leído su pasado lo ha mantenido en una situación de añorar
una realidad que jamás lo ha palpado (pero aun así imagina volver a ella) y a
la vez reforzar su animadversión a su opresor.
Digo
que no se ha tenido cambios concretos en la vivencia, porque en la práctica,
dentro los círculos indianistas, he podido evidenciar ciertas actitudes y
rasgos (sobre todo en los indianistas ortodoxos) que considero deben ser
analizadas de manera crítica para encaminar la ideología apartada de los
errores de nuestros antecesores, puesto que es preocupante ver en las nuevas
generaciones la herencia de taras que han impedido el avance del indianismo.
Uno
de esos rasgos, y el más importante por ser determinante en el indianismo, es
el modo en que se mira el pasado y el uso que se le da en la práctica, ya que
se acude a ella no solo para comprender la situación de dominación en la que el
indio está inmerso (conciencia histórica), sino también para justificar los
penares y desaciertos del indio en la sociedad, de ahí que el análisis típico
es: si el indio en la actualidad es discriminado, pobre y oprimido, es a causa
de la invasión europea que saqueó nuestros recursos y que trajo a estas tierras
andinas la estratificación social donde el indio está en el bajo escalafón a
diferencia de los q’aras dominantes. Se
habla de la invasión europea como un hecho fatal y responsable de las
desgracias que hoy vive nuestro pueblo.
A
partir de esta manera fatalista de comprender la realidad, el horizonte que el
indianismo se ha trazado es el Poder Indio, el cual implica que el sujeto
colonizado junto a su ideología de liberación, deben tomar el poder para
conformar el Segundo Tawantinsuyo “mejorado y corregido”, puesto que es solo en
ese sistema de vida que el indio se liberará de la opresión q’ara. Es decir, la pobreza y vida
lacerante del indio en el Estado colonial solo cambiará cuando éste sea
reemplazado por un Estado propio.
¿Qué
se hace mientras eso no suceda? y sobre todo ¿qué se hace ante la población que
se pretende liberar? Teóricamente se dice que se debe avivar la conciencia
india del pueblo oprimido, la cual parte por fomentar la conciencia histórica. Henrry
Quispe señala que “el indianista
que tiene la conciencia histórica automáticamente debe difundir, propagar y
mostrar el camino a los indios sumisos. Debe trabajar como un evangelista o
cristiano”[5], esto
para encaminarse al camino de la liberación total ¿Se pone eso en práctica? de
ser así ¿Cuáles son los resultados?
Se suele decir que mientras se espera el
advenimiento de la toma del poder, el indio debe envalentonarse ante su
opresor, debe fortalecer su ira. Se dice que aquel indio que asume la
conciencia histórica es un indio rebelde y por ende ya no es sumiso, ya no mira
a su opresor de reojo, ya no le tiene reverencia, es decir, se libera. Sin
embargo, se puede evidenciar en la práctica, que eso es discutible, ya que
existe indianistas que en su accionar aún pregonan ser víctimas de la opresión del
sistema colonial.
La actitud de esperar que el pueblo oprimido
(que en nuestro caso serían los aymaras) adquiera conciencia histórica para
tomar el poder y posterior a ello desatar la liberación, ha resultado ser
ingenua, ya que se ha acudido al pasado solo para justificar la vida de dolor y
las carencias de la actualidad de los colonizados. Esa actitud ha hecho que los
indianistas ortodoxos se queden pausados en sus acciones y alejados de su
realidad.
De modo que el análisis indianista
contemporáneo debe comprender que la herida colonial es un hecho que se puede
superar desde ahora, debe comprender que el camino hacia su liberación se
construye a diario dejando el tormento del pasado. Debe ser consiente que el
escenario de lucha, en primera instancia, está en el cambiar los sentidos
comunes de la sociedad colonial. Evidentemente esto implica salirse del dogma
indianista, lo cual lo veo saludable, ya que considero, al igual que Jean-Paul Sartre,
que el rol de los que piensan y que se han dado la tarea de comprender la
sociedad, parte por “ser fiel a una realidad política y social, pero que no se deja
de ponerla en duda”[6]
Al respecto es estimulante saber que se han
conformado, recientemente, agrupaciones en torno a la defensa del idioma Aymara,
que siguen esta lógica y no se quedan en la nostalgia y el rencor que
lastimosamente los indianistas ortodoxos adoptan producto del modo sensitivo de
ver el pasado.
Ese escenario a primera impresión dejaba
perplejos a aquellos que se asomaban a la mesa, puesto que no era común ver en
ese espacio a jóvenes aymaras contemporáneos interactuando en el idioma Aymara
sin complejos. Considero que la liberación, en primera instancia, va por ese camino,
cambiando los imaginarios y estereotipos que se han creado de nuestra gente, de
ahí que antes de la política, el rol del arte y la cultura es elemental en ese
proceso.
Se debe acudir al pasado para entender las relaciones coloniales aún vigentes, sí, pero no se debe caer en el simplismo de justificar con el pasado la vida lacerante, ya que el cambio de esta parte de nuestro accionar, porque es modificable y no un fatal destino.
[1] Pag. 72. En Carnero Hoke, Guillermo. EL INDIO Y LA REVOLUCION
(1979) Editora Prensa Peruana. Perú.
[2] Ibid.
[3] Pag. 141. En Reinaga, Fausto. TESIS INDIA (1971) Impreso por el
Partido Indio de Bolivia. La Paz - Bolivia
[4] Pag. 45. En Quispe, Ayar. INDIANISMO (2011) Ediciones Pachakuti.
Qollasuyu
[5] Henry Quispe, en la Revista mensual TIRO FIJO. No. 17. Pag. 13
[6] Pag. 54. En Bolivar Echevarria y Carlos Castro. SARTRE, LOS INTELECTUALES
Y LA POLITICA. Siglo XXI editores. España
[7] Aymar Yatiqaña es grupo de jóvenes aymaras que promueven la
difusión y aprendizaje del idioma Aymara, mediante diferentes actividades, pero
sobre todo mediante las redes sociales, como el Facebook y el whatsapp.
[8] Uso el término “fino” para diferenciarlo del Aymara mal hablado, donde
las palabras se mezclan entre el castellano y el Aymara. Es decir, el Aymara
qhallu qhallu